lunes, 8 de junio de 2015

La musa



Destellos escurriendo por entre sus manos, y desde sus manos, por entre mis mejillas. Destellos que se dispersan por toda la sala; flotan en el espacio mínimo que separa sus manos de mi boca, y luego ese espacio mínimo se vuelve inmenso.
Mi lengua que lame sus dedos largos y elegantes, presurosa, como si de ese elixir que sorbe dependiera mi vida.
Su voz gruesa y firme que dice “Suficiente”. Y entonces se sienta y hace sonar notas envolventes, densas, penetrantes. Los destellos y el espacio circundante, que siento latir acompasados. Mis ojos que miran sus manos en las teclas, y luego contemplan su cara, como una santa que contempla la divinidad en lo más alto del cielo.
Sus dedos que se detienen abruptamente, y los destellos que se desvanecen.  


Repetimos de nuevo el ritual: sus dedos y los destellos, los destellos entre sus dedos y mi boca, mi lengua en sus dedos, sus dedos en las teclas, los destellos que se desvanecen, sus dedos y los destellos, los destellos entre sus dedos y mi boca, mi lengua en sus dedos, sus dedos en las teclas, los destellos que se desvanecen, y así una y otra vez una eternidad, hasta que sus notas me envuelven por completo, y la divina providencia me revela la verdad de los cielos, y los destellos recorren su cuerpo y el mío, y nos impregnamos… y nos convertimos en infinita creación. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario